
Cada 10 de octubre el mundo conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha que nos invita a reflexionar sobre un aspecto esencial del bienestar humano. Aunque hablar de emociones es cada vez más común, todavía persisten estigmas y creencias que limitan la manera en que entendemos este tema. Esta conmemoración busca abrir un espacio para reconocer la salud mental como parte fundamental de nuestra vida, que influye en cómo pensamos, sentimos, nos relacionamos y enfrentamos los retos diarios.
Para profundizar en esta conversación hablamos con Miguel Jiménez, psicólogo egresado de la Universidad Católica de Colombia; especialista en Evaluación y Diagnóstico de Trastornos Emocionales y magíster en Psicología Clínica de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz; especialista en Salud Pública de la Universidad Nacional de Colombia. Con más de siete años de experiencia en la atención clínica y hospitalaria de pacientes con enfermedades crónicas como cáncer, VIH, ELA y dolor crónico, actualmente hace parte del equipo de la Clínica Oncológica Colsubsidio y es docente universitario en programas de pregrado y posgrado.
1. Para comenzar, ¿cómo podemos entender la salud mental más allá de los diagnósticos y las etiquetas?
Pareciera que hablar de salud mental se convirtió en un tema de moda: está en los medios, en los colegios, incluso en los discursos políticos. Sin duda, muchos usan el slogan de la salud mental como parte de su caballito de batalla.
La salud mental no se reduce únicamente a la ausencia de trastornos psicológicos ni a las etiquetas diagnósticas, que el común de la sociedad utiliza de manera equivocada. Para referirnos a la tristeza usamos expresiones como “estoy depre”; para hablar de un niño que está en pleno proceso de desarrollo, explorando su entorno y jugando, decimos que “es hiperactivo o tiene TDAH”; si una persona cambia de parecer, la llamamos “bipolar”. Lo más difícil es que, con el auge de las redes sociales, muchas personas han empezado a autodefinirse a partir de esa idea de diagnóstico.
Más allá de las etiquetas, que a veces estigmatizan o reducen a las personas a un “problema”, es esencial reconocer que todos experimentamos altibajos emocionales. La salud mental se trata de un estado de equilibrio en el que la persona puede reconocer sus emociones, relacionarse de manera sana, adaptarse a los cambios y afrontar el estrés cotidiano. Entenderla de este modo nos permite ver que no es un tema exclusivo de quienes tienen un diagnóstico, sino una dimensión esencial del bienestar humano que todos necesitamos cuidar día a día.
2. Muchas veces el desgaste emocional pasa desapercibido. ¿Qué señales sutiles suelen indicar que algo no anda bien y necesitamos prestarle atención?
El desgaste emocional puede manifestarse de formas muy sutiles, y también hay que entender que se relaciona con la etapa de desarrollo en la que se encuentre la persona. Algunas señales son dificultades para dormir, cansancio constante sin una causa médica clara, irritabilidad, apatía, pérdida de interés por actividades que antes resultaban gratificantes o sensación de vacío.
Otras señales son la desconexión con la red de apoyo, problemas de concentración o cambios en el apetito. En lo emocional, puede reflejarse en preocupaciones que se repiten en un bucle mental o en la sensación de desconexión de uno mismo, como si estuviéramos en “piloto automático”. Estas señales son un llamado de atención del cuerpo y la mente para detenernos, escucharnos y buscar ayuda.
3. Una vez reconocidas esas señales, ¿cuál debería ser el primer paso para buscar apoyo sin sentir miedo o vergüenza?
El primer paso es reconocer que pedir ayuda no es signo de debilidad, sino de valentía y autocuidado. Hablar con alguien de confianza —un familiar, un amigo, un médico de cabecera— puede ser un inicio seguro. Paralelamente, buscar un profesional de la salud mental permite tener un espacio confidencial, libre de juicio y con herramientas para comprender lo que nos ocurre. Normalizar la terapia como un recurso preventivo, y no solo como respuesta a la crisis, ayuda a disminuir la vergüenza.
4. En la vida diaria, ¿qué hábitos sencillos pueden ayudarnos a fortalecer nuestra mente y prevenir crisis emocionales?
Existen hábitos muy simples: mantener rutinas de sueño reparador, cuidar la alimentación, ejercitar el cuerpo de manera regular y reservar tiempo para el ocio y la creatividad. No está mal tener espacio para no hacer nada.
La práctica de la respiración consciente y pequeños momentos de desconexión tecnológica también contribuyen a reducir la sobrecarga emocional. Hoy las redes sociales están llenas de “gurús” que hablan de fórmulas mágicas y vidas perfectas, pero esos espacios son prediseñados y no muestran la realidad completa.
Algo muy importante es encontrar prácticas significativas y valiosas para cada persona, y mantenerlas. Aprovecho este espacio para adicionar un tema clave: la autocompasión, entendida como la capacidad de tratarnos con la misma amabilidad, comprensión y paciencia con la que acompañaríamos a un ser querido en momentos de dolor. No significa sentir lástima ni caer en la autocomplacencia, sino reconocer nuestras propias dificultades con realismo, sin juzgarnos con dureza ni castigarnos por nuestros errores.
5. El cuidado también es colectivo. Cuando alguien cercano enfrenta un momento difícil, ¿cómo podemos acompañarlo de forma respetuosa y realmente útil?
El acompañamiento respetuoso implica escuchar sin juzgar ni dar consejos apresurados. Muchas veces, lo que más necesita una persona en crisis es sentirse validada y comprendida.
Preguntar con empatía y sinceridad: “¿Quieres hablar de lo que estás sintiendo? ¿Qué necesitas en este momento? ¿Prefieres que me quede contigo y te acompañe en silencio?” puede marcar la diferencia. También es importante respetar los tiempos del otro, evitar minimizar su dolor y, si notamos señales de riesgo, animar y facilitar el acceso a un profesional. Estar presentes, con paciencia y afecto, es en sí mismo una forma poderosa de cuidado.
Un mensaje para recordar
La salud mental no es un tema ajeno ni exclusivo de quienes tienen un diagnóstico: es parte de nuestra vida cotidiana y requiere cuidado permanente. Reconocer nuestras emociones, pedir ayuda sin temor y acompañar con respeto a quienes nos rodean son pasos que marcan la diferencia en la construcción de una sociedad más consciente y empática. Para ello siempre es valioso contar con un aliado que brinde apoyo profesional: en Salud Colsubsidio contamos con el Chequeo de Bienestar Mental, un espacio seguro para evaluar tu estado emocional, recibir orientación especializada y tomar decisiones que fortalezcan tu calidad de vida. Porque al final, cuidar la mente también es una forma de vivir mejor.