
Carta abierta a quienes alguna vez me juzgaron: un llamado a la empatía y al entendimiento sobre el VIH
Sé que al escuchar la palabra "VIH" muchos han sentido miedo. He visto cómo apartan la mirada o hacen suposiciones sobre mí. Lo sé porque lo he vivido. Pero hoy escribo esta carta, no para reprochar, sino para tender un puente hacia el entendimiento, derribar prejuicios y transformar nuestra percepción sobre esta enfermedad.
El VIH no me define, pero tampoco lo ignoro. Es un virus que afecta mi sistema inmunológico pero que, gracias a los avances médicos, puedo controlar con tratamiento. Esto no solo me permite llevar una vida plena, sino que también reduce la carga viral en mi sangre al punto de que no puedo transmitirlo a otras personas, lo que lo hace indetectable y, por consiguiente, intransmisible.
Por otro lado, es crucial aclarar que el sida no es lo mismo que el VIH; es una etapa avanzada del virus que, con acceso al tratamiento adecuado, puede prevenirse. Entonces ¿qué es lo que realmente pone en peligro nuestras vidas? No es solo el virus, es el estigma, la desinformación y la falta de empatía.
Quiero que sepan que el VIH no se transmite por un abrazo, un beso o por compartir un plato de comida; tampoco es exclusivo de un grupo específico de personas. Cualquiera puede estar en riesgo si no toma las medidas adecuadas como usar preservativos, hacerse pruebas regularmente y hablar abiertamente sobre la salud sexual.
A veces me pregunto cómo habría sido mi vida si hubiera tomado mejores decisiones para cuidarme. Me pregunto si el miedo o la falta de información me llevaron a omitir medidas que podrían haber cambiado mi historia. Tal vez, si hubiese usado un preservativo en aquel momento o me hubiese hecho una prueba de detección a tiempo, habría evitado este camino que hoy recorro.
Pero no puedo cambiar el pasado y no escribo estas palabras desde el arrepentimiento sino desde la esperanza. Porque lo que deseo para los demás es que nunca tengan que enfrentarse a este virus.
Les deseo algo simple pero poderoso: que se cuiden, que tomen medidas, que elijan la prevención. También que se informen, porque el conocimiento es nuestra mejor herramienta contra el miedo. Que usen preservativos no solo por obligación, sino como un acto de amor propio y respeto hacia quienes comparten su vida.
Les deseo que hablen, que no teman tener conversaciones incómodas sobre salud sexual, porque esa incomodidad puede salvar vidas; que se hagan pruebas regularmente, no como un acto de desconfianza, sino como un gesto de cuidado hacia ustedes mismos y hacia quienes aman.
Les deseo que nunca bajen la guardia, que siempre recuerden que la prevención no discrimina y que cualquiera puede tomar medidas para protegerse.
Hoy escribo esta carta porque quiero que sepan que el VIH no me ha robado mi capacidad de amar ni de ser amado; no me ha quitado mi fuerza ni mis ganas de salir adelante. Pero sí me ha dado una misión: educar, hablar y compartir, porque el cambio empieza con una conversación y la decisión de mirar más allá de los mitos y los tabúes.
A ustedes, quienes alguna vez me juzgaron, les pido que conviertan su miedo en curiosidad, su distancia en cercanía y su silencio en palabras que eduquen y apoyen. Porque el VIH no discrimina, pero nosotros sí podemos elegir no discriminar.
Cuidarte y cuidarnos entre todos es un acto de amor, no de miedo, y es así como lograremos que nadie más tenga que cargar con el peso del estigma.
Atentamente,
Una voz que decidió vivir y no callar.